
6 de septiembre de 2016
Hace unos días, leí un interesante artículo «High cost of new drugs» sobre el coste de los nuevos fármacos, escrito por Mariana Mazzuato y RM Phillips, » y publicado en la revista The BMJ el pasado 27 de julio de este año. Los autores planteaban interesantes puntos de vista acerca del coste de la Investigación y Desarrollo (I+D) y el precio de los fármacos, actividades realizadas por la industria farmacéutica.
Al terminar de leer este artículo me planteé la posibilidad de asociar la información expuesta en el artículo con un tema apasionante, la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) en las empresas farmacéuticas.
Hoy en día es prácticamente imposible encontrar empresas farmacéuticas multinacionales que no posean programas de RSC totalmente implementados dentro de su actividad. Estas empresas realizan un gran esfuerzo potenciando estos programas, de modo que se comprometen con la sociedad a devolver a ésta parte de lo que han ganado durante la realización de sus actividades. Entre las acciones que pueden abordarse dentro de estos programas pueden citarse: potenciar el desarrollo sostenible, colaborar con Organizaciones No Gubernamentales, fomentar la formación del personal sanitario o de la ciudadanía en temas de salud, etc.
Sin embargo, podemos ir más allá y explorar la relación entre los tres elementos que he citado anteriormente: actividad de Innovación y Desarrollo, el precio de los fármacos y la citada RSC que se asocian a este tipo de empresas, las farmacéuticas multinacionales.
En cuanto al precio de los fármacos, hoy en día es decidido por las farmacéuticas. La justificación para este tipo de decisiones se fundamenta en gran medida en base a los «costes» de la investigación y desarrollo de las moléculas, principios activos, que constituirán el fármaco, junto con determinados excipidentes. Pero es importante destacar que los costes de esta actividad de I+D son oscurantistas y nunca de desglosan de modo adecuado que pueda explicar el porqué de esos precios.
Un factor a tener en cuenta para el establecimiento del precio del fármaco, viene dado por cuánto es lo que el paciente estaría dispuesto a pagar.
Por otro lado, siguiendo con el precio de los fármacos, las empresas farmacéuticas parecen seguir la dinámica de «qué es lo que la gente/Estado está dispuesta a pagar por el producto y, no tanto lo que sería un precio más ajustado a la realidad de los costes de producción, o I+D inicial.
Es decir, parece existir una dinámica de poner precios diferentes según el país/mercado al que se dirige ese fármaco, de modo que se exprime la posibilidad de cobrar más por un fármaco en función de la renta per cápita del país objetivo.
Por otro lado y con respecto a la I+D, cabe reseñar que en realidad parece que no se aborda tanta innovación, centrada en el desarrollo de nuevas moléculas, como nos desean hacer creer. Según cita Mazzucato en el artículo, High cost of new drugs, al menos dos tercios de los «nuevos fármacos» que llegan al mercado no representan avances terapéuticos significativos para pacientes puesto que parecen ser combinaciones o usos adicionales de fármacos ya existentes.
En este punto, no obstante, debo indicar que no coincido plenamente con Mazzucato y Phillips, ya que averiguar que dos moléculas ya existentes pueden combinarse para dar un nuevo efecto, o incluso averiguar, por ejemplo, que una molécula determinada tiene función sobre otra enfermedad, pueden considerarse como «innovaciones incrementales».
Sí parece cierto que las farmacéuticas invierten menos dinero en sus programas de I+D para generar nuevos fármacos de lo que cabría esperar, puesto que gran parte de su actividad parece estar enfocada, actualmente, a extraer todo el potencial económico que pueden de fármacos ya existentes.
El coste de la I+D de fármacos en la industria farmacéutica es poco transparente
Después de analizar esta información, se llega a la pregunta de ¿y bien, cómo se relacionan los términos? ¿qué extraña asociación pretendo establecer?.
Pues bien no es otra que la de poner de relieve que no habría mayor actuación responsable hacía la sociedad que sacar al mercado los nuevos fármacos, ya sean moléculas nuevas o moléculas ya existentes pero enfocadas a otras enfermedades o patologías, con un precio ajustado al valor real, no usando fórmulas cómo la de «cuánto estás dispuesto a pagar».
Bien es cierto que las propias empresas farmacéuticas son oscurantistas con respecto a los costes que hayan podido tener a la hora de investigar, desarrollar, producir y comercializar un producto determinado, pero la falta de transparencia en esos costes hace que no se pueda saber con certeza cuál sería un precio justo.
Así pues, ¿esta forma de actuar puede considerarse como socialmente responsable? ¿es correcto que, por ejemplo, cuando fue comercializado el fármaco para la hepatitis C (Sovaldi®) éste fuera prácticamente inaccesible para numerosos sistemas de salud tanto públicos como privados, obligando en muchos casos a introducir criterios de exclusión del tratamiento? ¿Es acaso éticamente responsable que el acceso a este tratamiento cueste 832 veces más en EEUU, precio total de 84.000 dólares, y 277,5 veces más en España, donde el coste es de 25.000 euros? ¿son acaso los ciudadanos estadounidenses diferentes de algún modo de los españoles? ¿a qué se debe esa diferencia de coste del tratamiento?
Desde luego las respuestas a estas preguntas no son sencillas: debe entenderse que las empresas farmacéuticas multinacionales desean generar beneficios, pero el quid de la cuestión, es si este tipo de empresas posee un firme compromiso con la Responsabilidad Social y el comportamiento ético hacía la sociedad: si es así, ¿por qué ocurren este tipo de situaciones con el precio de los fármacos, situaciones que potencian la desigualdad en el acceso/adquisición, de los ciudadanos, a esos nuevos fármacos?
En mi opinión, en general, las empresas farmacéuticas multinacionales, no deberían tildarse como empresas comprometidas con la RSC, máxime cuando se dan este tipo de situaciones con productos importantes, medicamentos, que están destinados al mantenimiento de la salud de las personas.
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