
“Todas las desgracias del mundo provienen del olvido y el desprecio
que hasta hoy se ha hecho de los derechos naturales e imprescriptibles
del ser mujer.”
Flora Tristán (1803-1844)
Las sufragistas
El estreno de la película «Las sufragistas» rememora la larga lucha y los padecimientos de muchas mujeres para conseguir el voto, un derecho que hoy nos parece obvio e incuestionable. Al coincidir su estreno con la pasada campaña electoral, se evidenció de forma clara que las mujeres aún tienen mucho camino que recorrer para situarse en igualdad de condiciones con los hombres, en lo que a representatividad se refiere. Los debates electorales pusieron de manifiesto que las mujeres siguen estando en segunda línea y que en el siglo XXI la paridad está lejos de lograrse en las listas electorales y como consecuencia en el Parlamento.
Desde el primer momento vemos que la reivindicación del derecho al voto iba unido a otras reivindicaciones para lograr la igualdad. En la citada película la acción se centra en una lavandería, en la clase obrera, la directora, Sarah Gavron, nos muestra con crudeza la situación de explotación en la que trabajaban, los abusos, las secuelas físicas que sufrían. Vemos a niñas trabajando como adultas y sometidas a todo tipo de vejaciones.
Esta es una primera lección que no debemos olvidar: las mujeres de la clase obrera trabajaban muy duro a principios del siglo XX, lo hacían en trabajos insalubres, en jornadas interminables y al llegar a casa debían ocuparse del marido y de sus hijas/os. La doble jornada laboral, que parece un concepto nuevo, ya la sufrían las mujeres y cuando ahora hablamos de ello tendemos a olvidarlo. La película se sitúa en 1912 y ya en ese momento pedían igual salario que los hombres. Es para reflexionar que un siglo después sigamos denunciando la brecha salarial de género que se sitúa en torno al 17% en nuestro país y en los de nuestro entorno.
Otra película que conviene recordar es «Ángeles con Mandíbulas de Hierro», de la directora Katja von Garnier, en ella se narra la lucha por el voto de las sufragistas americanas.»Un voto una escalera de incendios» dice la protagonista Alice Paul, en una demostración más de que el derecho al voto era el camino para defender otros derechos. La dura lucha de las sufragistas americanas, las acciones que llevaron a cabo y la dura represión que sufrieron nos deja claro que lograr el voto no fue un camino de rosas, que fueron muchos los sacrificios que hicieron y que a pesar de los enfrentamientos dentro del mismo movimiento fueron capaces de articular una acción que unió a mujeres de todas las clases sociales para luchar por sus derechos.
En España el voto femenino lo consiguió una mujer, Clara Campoamor, que defendió contra el conjunto del parlamento el derecho de voto de las mujeres. Siguiendo con el cine, «Clara Campoamor. La mujer olvidada», es una buena forma de recordar que no fue fácil, que una vez más el derecho al voto necesitó del esfuerzo y la constancia de las mujeres. No viene mal recordar una serie de preguntas que hacia Clara Campoamor en su discurso: «¿Cómo puede decirse que la mujer no ha luchado y que necesita una época, largos años de República, para demostrar su capacidad? Y ¿Por qué no los hombres? ¿Por qué el hombre, al advenimiento de la República, ha de tener sus derechos y han de ponerse en un lazareto los de la mujer?».
Casi 90 años después, las mujeres tienen que seguir demostrando su capacidad, algo que se da por supuesto en los hombres. Las mujeres son denigradas por su forma de vestir, por su físico; se les exige ser buenas profesionales, buenas madres, buenas hijas, etc., algo que no se exige a los hombres ¿Dónde está el avance?
¿Por qué no avanzamos? El mito de la libre elección[1]
La igualdad entre mujeres y hombres está lejos de alcanzarse en muchos aspectos de nuestra vida; a pesar de que legalmente no exista discriminación de género, la vida cotidiana es otra cosa. Indudablemente es mucho lo que se ha avanzado y son muy diferentes las oportunidades que tienen las mujeres actualmente respecto de las que tenían a principios del pasado siglo, faltaría más, pero aún existen situaciones de desigualdad que no tienen justificación. Aún hoy las mujeres se encuentran con trabas e impedimentos en su vida diaria.
Sabemos que las mujeres no tienen las mismas oportunidades en lo que al trabajo remunerado se refiere, ya sea tanto en el acceso como en la permanencia o la promoción. La paridad está lejos de alcanzarse, las mujeres siguen ocupando sectores feminizados, siempre peor remunerados y, en muchos casos, trabajando a tiempo parcial, con las consiguientes consecuencias para su economía presente y futura.
Las mujeres siguen siendo las principales cuidadoras de la familia, siguen siendo las que abandonan temporalmente el empleo cuando son madres o cuando las necesidades de la familia lo requieren, una temporalidad que muchas veces se convierte en definitiva.
Podemos preguntarnos, ¿por qué sucede esto cuando se defiende la igualdad de los sexos, cuando nadie se atreve a firmar que los hombres tienen más derecho al empleo?Las razones por la que las mujeres abandonan temporal o definitivamente el empleo son diversas: tienen menor salario que los hombres, menores posibilidades de empleo al ser madres y a menudo se afirma que cuidar de sus hijas e hijos es una decisión libremente elegida.
Pero, ¿hasta qué punto eligen libremente? Ana de Miguel, en el libro del que hemos tomado el título de este epígrafe dice: «La ideología patriarcal está tan firmemente interiorizada, sus modos de socialización son tan perfectos que la fuerte coacción estructural en que se desarrolla la vida de las mujeres presenta, para buena parte de ellas, la imagen misma del comportamiento libremente deseado y elegido». La educación de niñas y niños sigue marcada por los roles de género y ello es un condicionante para su desarrollo personal y profesional. Los juguetes son un claro ejemplo de desigualdad, siguen comercializándose juguetes para niñas y juguetes para niños. En los de ellas prima el color rosa, tienden a ser juegos pasivos y en muchos aprenden a cuidar de bebés, a cocinar, incluso a limpiar. No decimos que sea negativo que aprendan estas tareas, pero si son buenas para las niñas, ¿por qué no se les enseña también a los niños? Los juegos de ellos tienen colores más fuertes, son más activos, aprenden a conducir, juguetes para hacer deporte, etc.
Vemos, pues, que niñas y niños no aprenden la mismo ni desarrollan las mismas capacidades, a ellas se les motiva para ser sensibles, cariñosas, obedientes, a ellos, por el contrario, se les potencia que sean fuertes, decididos, activos, no es tan importante que obedezcan, es bueno que sean rebeldes, que sepan mandar.
Consecuencias de la desigualdad de género
Decimos que falta mucho para lograr la igualdad, para alcanzar la paridad, pero es evidente que son muchas las cosas que están cambiando, una de ellas que haya mujeres que están destacando en puestos políticos y están demostrando que otra forma de sociedad es posible. Esto está suponiendo que reciban insultos tan exagerados que demuestra que el patriarcado sigue vigente, que todavía una parte de la sociedad no acepta que las mujeres destaquen. Hay machistas recalcitrantes que no tienen ningún reparo en menospreciar a las mujeres por su físico, por su forma de vestir, por todo aquello que nunca se permitirían criticar de un hombre. Lo que es más grave aún es que estas descalificaciones vengan de la mano de personajes que representan a instituciones políticas o religiosas. Las mujeres molestan y mucho a algunos sectores sociales y por ello son atacadas con desmedida crudeza.
¿Por qué sucede esto? Porque la sociedad lo permite, porque sigue sin tener un coste político o social humillar a las mujeres, porque la igualdad, asumámoslo, es un mito, una teoría que se defiende de palabra pero no de acción. ¿Cómo si no puede persistir la violencia de género? ¿Cómo puede pasar desapercibido para una parte importante de las sociedad que en las últimas semanas del año pasado fueran asesinadas mujeres casi a diario, por el hecho de ser mujeres, que hayamos comenzado este año con más mujeres asesinadas? Y no sólo eso, leemos a diario en la prensa que una mujer ha sido apuñalada, que otra ha sufrido una paliza, que niñas y niños conviven con quienes maltratan a sus madres, e incluso sufren situaciones de violencia.
La violencia machista es una de las lacras más crueles que sufre nuestra sociedad y la consecuencia más evidente de la desigualdad. Los hombres siguen detentando el poder económico y político y aún muchos no ven con buenos ojos que las mujeres defiendan su autonomía, su derecho a decidir, cómo vestir, con quién salir, qué actividad desarrollar, en definitiva, a ser como quieran ser sin tener que pedir permiso a nadie. La violencia de género no cesará mientras las mujeres no tengan los mismos derechos que los hombres, mientras ultrajarlas, humillarlas salga gratis.
Por todo ello es importante defender a esas mujeres que estos días están siendo insultadas, recordar cada día a las que son asesinadas, golpeadas, que sufren cualquier tipo de violencia. La violencia de género debe ser considerada una cuestión de Estado y debe ser una prioridad para todos los partidos políticos.
La igualdad está más cerca que nunca, pero no podemos bajar la guardia y eso es lo triste, que las mujeres tengan que seguir reivindicando sus derechos, enfrentándose a todo tipo de situaciones que ya deberían ser cosa del pasado.
[1] Tomo el título del libro de Ana de Miguel: «Neoliberalismo sexual. El mito de la libre elección».
Foto: Library of Congress. Sufragists.