
- Necesitamos una Universidad con visión estratégica capaz de anticiparse a los problemas sociales y ofrecer soluciones
- La Universidad debe ser el asesor estratégico de todo Gobierno, de una industria y de una sociedad ávidos de dejar el mejor legado a sus hijos
Durante muchos años, la Universidad pública fue un ascensor social y la meta y la esperanza de progreso que muchos padres de familia se marcaban para sus hijos. Para aquellas generaciones que sufrieron las estrecheces y la oscuridad de la posguerra, los estudios universitarios eran los depositarios de un mundo más igualitario y libre, sin barreras ideológicas, una puerta abierta a un futuro más prometedor.
La Universidad atesoraba conocimiento y valores humanos. En ella se gestaba un proyecto de país, la calidad de vida para sus ciudadanos y la mejora personal de los estudiantes. En su horizonte se veía una línea de progreso que se antojaba constante y de posibilidades infinitas. Pero algo se torció.
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