
2 de septiembre de 2021
Las ciudades están en la primera línea de los crecientes riesgos físicos asociados con el clima.
Las áreas urbanas albergan densas concentraciones de personas y a menudo están ubicadas en lugares de riesgo climático particular, como en las costas, llanuras aluviales e islas. Además, el entorno construido asociado con las ciudades puede exacerbar el impacto climático. Para proteger las vidas y los medios de subsistencia de los residentes, las ciudades deben mejorar su resiliencia.
Investigaciones anteriores han demostrado los riesgos de la inacción. Entre las posibles consecuencias: cientos de millones de personas podrían sufrir olas de calor letales en la India, las inundaciones en la ciudad de Ho Chi Minh de Vietnam podrían resultar en pérdidas de miles de millones de dólares, y las casas en Florida podrían perder entre $ 30 mil millones y $ 80 mil millones en valor. Lo imperativo es adaptarse y empezar ahora.
Las ciudades son complejas, caracterizadas por una amplia variedad de características naturales, dotaciones económicas, sociales condiciones, instituciones y entornos construidos. También enfrentan diferentes riesgos climáticos y tienen diferentes niveles de vulnerabilidad. Algunas opciones de adaptación que son efectivas en la mayoría de las ciudades pueden no ser factibles en otras, dadas las condiciones del suelo, la topografía, la elevación, la composición de energía, la edad de los edificios y otros factores. Esta complejidad significa que los líderes de la ciudad tienen un abanico vertiginoso de opciones de adaptación, lo que dificulta establecer prioridades y elegir un curso de acción.
Este informe, de C40 Cities y McKinsey Sustainability, examina las adaptaciones que los líderes de la ciudad pueden considerar como punto de partida. Nuestra investigación ha identificado un conjunto de 15 acciones de alto potencial que pueden funcionar para muchos tipos de ciudades, en función de su potencial de reducción de riesgos, costo, viabilidad y complejidad de las partes interesadas. El informe que identifica 15 formas comprobadas en que las áreas urbanas de todo el mundo pueden adaptarse al riesgo climático.
Las acciones se eligieron sobre la base de tres fuentes principales: Liderazgo climático de las ciudades de C40 y análisis de McKinsey, consultas con expertos en adaptación y líderes en materia de ciudades, y una extensa revisión de la literatura.
El informe consta de dos partes. El primero expone las 15 acciones que se pueden acometer: cuatro de ellas construyen resiliencia sistémica, lo que significa que fortalecen todo tipo de ciudades; las otras 11 son específicas de amenazas, lo que significa que se enfocan en riesgos climáticos físicos particulares. Algunas de las 15 acciones, como la construcción de barreras para proteger las áreas costeras y la modernización de la infraestructura, son complejas y costosas. Otras, como plantar árboles junto a las calles e iniciar programas de cambio de comportamiento para conservar el agua, no lo hacen.
La segunda parte del informe describe, en términos generales, cómo las ciudades pueden implementar las acciones. Los autores sugieren comenzar por definir los peligros más relevantes y por comprender los riesgos que esos peligros representan para sus comunidades. Sobre esa base, las ciudades pueden realizar análisis detallados del impacto de la reducción del riesgo, los costos y la viabilidad de las diferentes acciones.
Entre los temas importantes que surgen de la investigación se destacan las soluciones basadas en la naturaleza, como la plantación de árboles junto a las calles, la gestión de cuencas fluviales y las soluciones sostenibles de drenaje urbano.
En segundo lugar, los autores consideran que las ciudades pueden invertir en acciones que aumenten la resiliencia de manera sistémica, además de adaptarse a peligros específicos e inmediatos. La resiliencia sistémica incluye aumentar la conciencia de los riesgos climáticos físicos, incorporar la conciencia de los riesgos y la preparación en los procesos de la ciudad, optimizar las respuestas de emergencia y mejorar los programas financieros y de seguros.
En tercer lugar el informe destaca que existe un importante elemento de equidad en la adaptación al riesgo climático. Por ejemplo, las poblaciones vulnerables, como los niños, los ancianos, las comunidades de bajos ingresos, algunos grupos minoritarios, las personas con discapacidad y las mujeres, pueden correr un mayor riesgo de sufrir daños relacionados con el clima.
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