
Que la antigua DG Enterprise, de la que depende la estrategia de RSC de la Comisión, se haya pasado a llamar ahora DG Grow, es un indicio de cómo ha cambiado el marco global en el que se ha de desarrollar la nueva estrategia de RSC 2015-2020, y que la comisaria Bieńkowska, no estuviera presente, otro.
Es cierto que había siete Direcciones Generales presentes, lo que recalcaba la transversalidad de la RSC, pero mientras Pierre Delsaux, subdirector general de la DG Grow, apelaba en la sesión de apertura a la voluntariedad de la RSC olvidando la definición de la Comunicación de 2011 y que gran parte los logros conseguidos hasta ahora provienen de iniciativas legislativas (ej. Directiva de información no financiera), en otras sesiones se ponía sobre la mesa el smart mix con iniciativas obligatorias (como en el tratamiento de los Derechos Humanos, las Compras públicas o el acceso a los mercados internacionales con las negociaciones del TTIP amenazando los derechos sociales y medioambientales).
Creo que a muchos de los allí presentes nos sorprendió esta vuelta a los orígenes de la RSC, y nos invadió la sensación de que habíamos viajado al pasado. Las enconadas posturas nuevamente de los representantes empresariales frente a los de algunas ONG presentes, no auguran la definición pacífica de una nueva estrategia para los próximos años. Y también nos sorprendió la oratoria y la capacidad de argumentación de los convencidos de la RSC (fantástico el discurso de Richard Howitt, que podéis encontrar en Agorarsc, el de Audrey Gaughran de Amnistía Internacional, y el de Paul de Clerck de Amigos de la Tierra), frente a algunos líderes empresariales que provocaron algún que otro chiste en la sala y la lamentable denuncia de que tres de las empresas ponentes estaban implicadas en el LuxLEAKS.
La Comisión Europea está recién constituída y tiene muchos frentes abiertos: las negociaciones del TTIP, el Plan de Acción sobre Derechos Humanos y su marco de información y aseguramiento, el RAFI, las Directivas sobre compras públicas, la asistencia a la implementación de un marco de Principios de Inversión responsable para las empresas europeas, el reporte país de los impuestos pagados por las empresas, etc. Sin embargo, dio la impresión que la Comisión Europea y la próxima estrategia de RSC parecen estar agazapadas a la espera de cómo se desarrollen los próximos acontecimientos políticos, y económicos.
Algunos representantes empresariales reclamaban de la CE liderazgo pero que también hiciera los deberes pendientes exigiendo más transparencia, reporting e integración de políticas (Ulrike Sapiro de Coca Cola) o Marcela Manubens de Unilever que pedía buscar el balance entre competitividad y responsabilidad empresarial. En el otro lado, las ONG pedían mayor transparencia para las prácticas de lobby empresarial con el argumento de que si la diligencia debida es lo correcto por qué se oponen a que sea obligatoria? (Audrey Gaughran, AI).
Faltó la voz de los consumidores y una reflexión de fondo sobre los incentivos para la compra ética, uno de los pilares fundamentales de la RSE, desde el convencimiento compartido por los presentes de la necesaria corresponsabilidad en el impulso de la RSC.
Se plantean grandes desafíos para la Europa Comunitaria, pero también el énfasis que la Comisión ha puesto en la creación de empleo y en el crecimiento, no prosperará si Europa no recupera sus valores fundacionales y no los actualiza con el «shared value» o mejor, el valor a largo plazo para todos sus actores. O en palabras de Richard Howitt, «no habrá recuperación económica sostenible si los negocios no son sostenibles».
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