
- Decepcionante fallo del tribunal de La Haya en la demanda contra Shell
- Esther Kiobel y las otras demandantes prometen continuar con su campaña por la justicia
4 de abril de 2022
El pasado día 23 de marzo 2022 volvió a quedar patente como las grandes empresas siguen eludiendo la rendición de cuentas por su complicidad en crímenes terribles y abusos contra los derechos humanos.
Esther Kiobel ha perdido su demanda civil ante un tribunal neerlandés, el cual falló que no había pruebas suficientes para demostrar la implicación del gigante petrolero Shell en el asesinato de su esposo, el doctor Barinem Kiobel, y 8 hombres más en relación con las protestas generalizadas contra la contaminación por petróleo en el delta del Níger.
Esther Kiobel y otras tres mujeres —Victoria Bera, Blessing Eawo y Charity Levula— acusan a Shell de complicidad en la detención ilícita, reclusión y ejecución de sus respectivos esposos. Los hombres fueron ahorcados en 1995 junto con el conocido activista Ken Saro-Wiwa y otros cuatro hombres tras ser declarados culpables en un juicio manifiestamente injusto.
Los “nueve ogonis”, como se los conoció más tarde, fueron acusados de estar involucrados en el asesinato de cuatro jefes ogonis cuya oposición al Movimiento por la Supervivencia del Pueblo Ogoni (MOSOP) era notoria. El MOSOP, encabezado por Ken Saro-Wiwa, había protestado contra la contaminación por petróleo causada por las actividades de Shell en la región de Ogoniland.
El fallo del pasado día 23 de marzo del 2022, se refiere al testimonio, que, en una vista testifical en el 2019, dieron tres hombres y que declararon que Shell y el gobierno nigeriano les había ofrecido sobornos para incriminar a los 9 ogonis.
En un informe de 2017 de Amnistía Internacional sobre la histórica injusticia, ha revelado que las peticiones de “asistencia” de Shell para gestionar las protestas medioambientales, desembocaron en una represión brutal del gobierno nigeriano que culminó con la detención y ejecución extralegal de los esposos de estas mujeres y del conocido activista Ken Saro-Wiwa y otros cuatro hombres.
Este informe demuestra que Shell no solo sabia que sus peticiones iban a desembocar en atrocidades como homicidios, violaciones, torturas y pueblos incendiados, sino que además brindó apoyo material a las fuerzas armadas y al menos una vez pagó a un gobernador militar conocido por haber perpetrado violaciones de derechos humanos.
Hasta poder haber sido escuchada por los jueces, Esther han tenido que enfrentarse a múltiples dificultades. Primero tuvo que huir Nigeria y se estableció en Estados Unidos donde presentó una demanda contra Shell en 2002, pero en 2013 la Corte Suprema estadounidense resolvió que Estados Unidos carecía de jurisdicción para conocer el caso.
En 2017, Amnistía Internacional apoyó a Esther Kiobel, Victoria Bera, Blessing Eawo y Charity Levula en la presentación de una nueva demanda contra Shell en Países Bajos. Las cuatro demandantes acusaron a Shell de desempeñar un papel decisivo en la detención ilegal y la violación de la integridad personal y de los derechos a un juicio justo y a la vida de sus esposos, así como en la violación del derecho de ellas mismas a la vida familiar. La demanda se aplazó cuando Shell se negó a entregar unos documentos cruciales relacionados con el caso y hasta 2019 el Tribunal de Distrito de La Haya no oyó por primera vez los argumentos de las mujeres.
A Esther Kiobel le ha costado años de disputas judiciales hacer que Shell se siente frente a ella en un tribunal. Shell hizo uso de todo tipo de argucias, desde cuestionar la jurisdicción hasta negarse a entregar documentos fundamentales.
El hecho de que haya costado más de veinte años que un tribunal oiga los argumentos de Esther demuestra la impunidad con la que vulneran los derechos humanos las grandes empresas.
A pesar de la sentencia de hoy, la batalla por la justicia de Esther no ha sido en vano: su persistencia representa un poderoso argumento a favor del cambio. El hecho de que el tribunal haya fallado con anterioridad, en favor de las demandantes, que tiene competencia sobre el asunto y que éste no debe prescribir, ha sentado un importante precedente para otras víctimas de todo el mundo que intentan hacer rendir cuentas a empresas poderosas.
Imagen: Esther Kiobel con la foto de su marido. Amnistía Internacional
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