
Desde que la crisis económica golpeó los cimientos de nuestro país hace ya algunos años, han aparecido nuevos modelos de negocio, se han renovado los antiguos sistemas y se ha dotado a otros con mejoras tecnológicas, con la idea de avanzar hacia un mundo empresarial más sostenible. La necesidad de hacer mejor las cosas, de contribuir a un mundo más responsable ha provocado un aumento de la creatividad y originalidad en las nuevas organizaciones.
Hoy en día estamos acostumbrados a conceptos como emprendedores sociales o economía colaborativa, ajenos a la mayor parte de la población hasta hace poco tiempo. Pese a ello, persiste cierta confusión entre los términos que dificulta el éxito en cierta medida de este tipo de organizaciones.
Más allá de su forma jurídica, la línea que separa ambos tipos de organizaciones es muy delgada, y además el régimen jurídico de una empresa no define su nivel ético. Pero todos ellos tratan de dar respuesta a problemas sociales de forma más eficiente que las organizaciones tradicionales. Veamos tres ejemplos, una cooperativa, un emprendedor social y una empresa de economía colaborativa.
El primer caso lo encontramos en el Congreso sobre Municipios y Cooperativismo “COOPOlis, una economía para las personas” celebrado en Granada el pasado 19 de junio. En él definieron las cooperativas como una forma de trabajo asociado para generar riqueza y empleo fomentando el desarrollo local como elemento estratégico que sitúa a las personas en el centro de la actividad. Estamos hablando de un modelo de negocio que concentra el 80% del empleo generado en el ámbito de la economía social, siendo un 60% el peso que tiene el sector (según la delegada del gobierno de Granada expuso en el congreso).
Huerto Alegre es un ejemplo de cooperativa que impulsa el desarrollo local, la economía verde como motor sostenible que se centra en el compromiso con la sociedad en materia de crecimiento económico y creación en empleo. Esta cooperativa fue fundada en el año 1982, con la finalidad de inventar su propio empleo, educar y sensibilizar con respecto a los problemas ambientales y apoyar la tarea educativa, facilitando las salidas al entorno para el profesorado. Un equipo humano interdisciplinar y estable de 25 personas con formación en ámbitos tan diversos como la pedagogía, la psicología, la educación social, la biología, las ciencias ambientales, el arte, la geografía, el diseño y la informática, la gestión de empresas…
El segundo ejemplo destacable lo encontramos en la empresa Esfrog, con reconocimientos al emprendimiento social en 2012 e iniciativa de innovación y emprendimiento Noruega 2014. Daniel Peral y Mario Vottero traen ahora a España su programa Frog Online Identity: su misión es lograr la reinserción de jóvenes en peligro de exclusión social a través de técnicas propias del coaching coactivo y el liderazgo empresarial, neurofisiología y técnicas propias de la narrativa audiovisual para despertar emociones y sentimientos. El primer proyecto en España tuvo lugar el pasado abril en el instituto de formación profesional Misericordia de Valencia. En él contaron con cuatro jóvenes noruegos en riesgo de exclusión social y jóvenes españoles formados en riesgo de exclusión por su desempleo.
Por último, Etece una plataforma de economía colaborativa que ofrece 650 solucionadores de problemas a un total de 10.000 usuarios. Su idea de negocio es vender que el tiempo es oro y aprovechar que a los clientes a veces les falta tiempo y a los profesionales le sobra tiempo o le faltan clientes. De ahí que autónomos, certificados por la plataforma, preparen un presupuesto para la web de cualquier tipo de tarea, como montar muebles, comprarlos, fontanería o mudanzas, y el usuario elige el que más le convenga, paga con tarjeta de crédito cuando el autónomo ha finalizado la tarea y Etece se lleva una comisión. De los tres casos, éste último modelo quizás sea el que con más conflictos conviva, debido a la falta de regulación de este tipos de modelos de negocio, que han modificado sectores hasta ahora perfectamente definidos, lo cual ha hecho enfrentarse a multas y demandas a varias de estas empresas.
En líneas generales, la vocación de servicio de un emprendedor social tiene un componente ético más alto que dirigir una empresa de economía colaborativa donde lo principal es buscar una solución más eficiente a un mercado que falla. El emprendedor social vive en un ejercicio constante de ensayo y error asumido desde la responsabilidad social, la autoconfianza y la tenacidad.
No obstante, los tres casos propuestos, a pesar de seguir esquemas organizativos diferentes (la primera como cooperativa, el segundo como emprendedor social y la tercera como empresa colaborativa) comparten la necesidad de generar confianza para tener éxito y lograr una buena reputación que les permita ser viables en el mercado. El boca-oreja y las valoraciones en Internet son clave en los tres ejemplos. Además, todos los casos son conscientes de la necesidad de ser rentables económicamente a pesar de su clara vocación social y la vuelta al concepto de compartir en lugar de competir.
Estos nuevos modelos de negocio tienen una gran aceptación en la sociedad como respuesta a las deficiencias del sistema capitalista derivados del hiperconsumo y la especulación. La idea es aprovechar las nuevas tecnologías y las pocas barreras de entrada que existen en estos mercados para ofrecer un complemento perfecto a la economía tradicional volviendo a centrarnos en lo verdaderamente importante en una sociedad, las personas.
Webgrafía
http://elpais.com/elpais/2015/06/26/masterdeperiodismo/1435335839_354668.html
http://www.elmundo.es/economia/2015/07/03/55957dbfe2704e707b8b459b.html
http://www.expansion.com/emprendedores-empleo/emprendedores/2015/06/26/558d8b8fe2704ec4458b458e.html?cid=SMBOSO22801&s_kw=twitter
http://www.lavanguardia.com/economia/20150608/54432136375/economia-colaborativa-emprendedores-inversion.html
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