
Helena Ancos
29 de junio de 2020
Desde Amazon hasta Orange pasando por Danone o Inditex cada vez más empresas se están comprometiendo a ser carbono neutrales fijándose el objetivo de 2030 ó 2050. No obstante lo loable de estos esfuerzos, se está cuestionando últimamente si estos objetivos son suficientes para cumplir con el Acuerdo de París.
Así por un lado, para lograr esta neutralidad, las empresas utilizan la compensación de carbono. Los tipos de proyectos de compensación de carbono implementados son diversos. Van desde los sumideros de carbono, compra de créditos de carbono, hasta proyectos de eficiencia energética y energías renovables.
Las compensaciones de carbono son útiles siempre que la infraestructura y la industria continúen la transición a la movilidad eléctrica, la energía alternativa y las nuevas tecnologías necesarias para estilos de vida bajos y neutros en carbono. Así, si realmente queremos evitar cambios globales catastróficos, debemos reducir las emisiones en un 45% para 2030. Los árboles plantados hoy no pueden crecer lo suficientemente rápido como para lograr este objetivo. Y los proyectos de compensación de carbono nunca pueden frenar el crecimiento de las emisiones, al tiempo que reducen las emisiones generales, si se siguen construyendo centrales eléctricas de carbón, si se siguen comprando automóviles de gasolina y si la población mundial seguimos con los mismos patrones de consumo.
Esto no quiere decir que los proyectos de compensación de carbono deban detenerse, sino todo lo contrario. Desde Naciones Unidas lo explican claramente: «debemos determinar cómo estas medidas reflejan el costo real de las emisiones y la urgencia de reducirlas. No puede ser simplemente un modelo donde uno es igual a uno. Si el costo de una tonelada de CO2 secuestrado es el precio de un crédito de carbono, todavía tenemos que obtener la reducción del 45% en las emisiones que faltan, así como el aumento futuro esperado«. Pero al mismo tiempo, según Niklas Hagelberg, especialista en clima de ONU Medio Ambiente «el peligro es que puede conducir a la complacencia«.
El informe de octubre de 2018 del panel intergubernamental sobre cambio climático dejó en claro que si tenemos alguna esperanza de frenar el calentamiento global, debemos reducir las emisiones de carbono: adoptar las energías renovables, comer menos carne y desperdiciar menos alimentos.
Tampoco han ayudado a la transición los precios del comercio de emisiones. Pese a que se prevé que el mercado de CO2 en Europa seguirá siendo cada vez más caro a lo largo de la próxima década, según la encuesta GHG Market Sentiment Survey 2019 realizada entre los miembros de la Asociación Internacional de Comercio de Emisiones (IETA), formada por entidades financieras como Merrill Lynch o BNP Paribas, por consultoras internacionales como Vattenfall, o Carbon Asset, analistas como Bloomberg, KPMG y PWC, e incluso la gran industria energética internacional, no servirá para reducir lo suficiente las emisiones contaminantes para mantener la temperatura media ya no solo por debajo de los 1,5ºC sino ni siquiera de los 2ºC.
La encuesta señala el precio al que debería llegarse para que el sistema fuera efectivo y que los propietarios de las centrales contaminantes no les fuera ya rentable continuar manteniéndolas en funcionamiento y para cumplir con los objetivos de París debe llegar hasta los 50 euros/t. Pues bien, según los encuestados, el precio medio del carbono estiman que será de 36,05 euros en la Fase 4 (2021-2030), y más del 50% de los encuestados no cree que las reformas para la Fase 4 estén en línea con la meta del Acuerdo de París de limitar el calentamiento a menos de 2°C.
Pero es que además, esto tiene una consecuencia directa, no solo en el clima, sino en el bolsillo de todos los consumidores europeos: la factura de la luz se ha encarecido desde principios de 2018 hasta principios de 2020. Los precios del carbono se han multiplicado por cinco, de los 5 euros/t de CO2 de principios de 2018 hasta los 25 euros/t actuales.
Tanto es así que según datos de la encuesta anterior, dos tercios de los encuestados han dicho que su compañía utiliza un precio de carbono interno o sombra en sus decisiones de inversión que está entre los 20 y los 39 euros.
Finalmente, precisamente por esto, algunos expertos como César Dugast, prefieren el término de contribución climática al de compensación de carbono: «Debemos ver los créditos de carbono como una forma de acelerar la transición ecológica y no como una forma de cancelar nuestra huella».
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