
La crisis económica de 2008, la pandemia y posteriormente la invasión de Ucrania por Rusia, junto con el cambio climático, han hecho saltar por los aires las premisas del sistema capitalista y han puesto en evidencia sus vulnerabilidades y límites. Para muchos expertos, nos encontramos en un camino sin retorno posible a
Para hablar de los límites del crecimiento y de las posibilidades del Green New Deal, entrevistamos a Giorgos Kallis, economista, ecologísta, profesor e investigador de Economía de la Institución Catalana de Investigación y Estudios Avanzados (ICREA). Kallis es autor entre otros títulos, de Límites: Ecología y libertad (Arcadia, 2021), Decrecimiento. Vocabulario para una nueva era (Icaria, 2015) y A favor del Decrecimiento (Icaria, 2020).
5 de abril de 2022
Giorgos, ¿Por qué es necesario el decrecimiento?
Porque el crecimiento continuo está llevando al planeta al colapso. Un crecimiento del 3% cada año significa una economía 10 veces mayor a finales de siglo, utilizando 10 veces más recursos o energía. Es imposible pensar que esto pueda ser sostenible. Además, el crecimiento es cada vez más difícil de conseguir en Europa y Norteamérica, y la forma de mantenerlo ha sido recortando los salarios de la gente y los servicios sociales, y deslocalizando la actividad y explotando a las personas y el medio ambiente en el Sur Global. El decrecimiento quiere ofrecer una alternativa a esta locura de crecimiento compuesto, una forma de volverse más lento por diseño, no por desastre.
A tu juicio, en la UE ¿las políticas de transición ecológica nos llevan al decrecimiento y a un desarrollo más sostenible?
No, no son suficientes. Aspiran a limpiar el sistema energético, y esto, si se hiciera, sería bueno, pero insuficiente, ya que también hay que reducir el consumo y el uso de la energía, de forma drástica. Incluso es cuestionable que se cumplan las promesas actuales. Veo muchas palabras grandilocuentes, pero poca política que me haga confiar en que se cumplirán todos estos compromisos de cero neto.
La forma en que Europa intenta ahora mismo sustituir los combustibles fósiles procedentes de Rusia por combustibles fósiles de otras fuentes es indicativa de la seriedad del compromiso con la energía limpia.
Tras la pandemia y ahora con los problemas humanos, económicos y energéticos que están surgiendo con la guerra de Ucrania ¿han aprendido los gobiernos y la sociedad algo acerca de los límites económicos y ecológicos a los que nos enfrentamos?
La sociedad tiene un sentido común dormido que dice que para vivir bien no se necesita demasiado. Los gobiernos, por desgracia, están atrapados en un sistema capitalista para el que el crecimiento es un imperativo: si no hay crecimiento, el sistema se vuelve inestable y corre el riesgo de colapsar. No tienen el valor de intentar cambios institucionales radicales en el sistema, como intentaron los gobiernos después de la guerra con la institución del estado de bienestar. Son cautivos de los intereses oligárquicos que financian las campañas electorales y tienen el poder de derribar cualquier gobierno a través de su control de los medios de comunicación.
¿Qué políticas públicas harían falta, a nivel general, para prepararnos mejor para un mundo más justo e igualitario y con crecimiento sostenible? ¿Cuáles serían las claves para asegurar esa transición justa que no deje a nadie atrás?
Reducir la jornada laboral, introducir una garantía de empleo, hacer que los servicios básicos sean públicos y gratuitos, pasar de gravar el trabajo a gravar el carbono y los recursos naturales, y aumentar los impuestos sobre la riqueza y los impuestos sobre las rentas altas.
¿Está preparada la sociedad civil para el decrecimiento? ¿Observa signos positivos en los últimos años en cuanto a cambios voluntarios d estilo de vida, activismo, etc?
Hay una fuerte economía cooperativa, lo que los teóricos llaman el movimiento de los nuevos bienes comunes, que está preparada. La sociedad en general no lo está, pero tampoco está preparada para la alternativa que se avecina, que es una reducción dramática del nivel de vida material, un repliegue del Estado y sus servicios, en medio de un desmoronamiento del clima con catástrofes naturales cada vez más intensas, por no hablar de la perspectiva real ahora de una guerra letal.
La alternativa es recuperar el sentido de vivir una buena vida dentro de unos límites, y organizar la sociedad en torno a este objetivo. Suena muy difícil, pero en realidad también es muy sencillo.
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