
Marcos Núñez Navarro
Economistas sin Fronteras
13 de julio de 2020
La Unión Europea se enfrenta a un cambio sin precedentes en su tejido productivo a raíz de la crisis del coronavirus. Esta crisis también ofrece una alternativa a las organizaciones y distintos sectores sufrirán cambios estructurales que afectarán a su actividad general, a su relación con las administraciones y sus clientes.
El sector energético, en particular, ha sufrido en los últimos años una enorme reconversión en lo referente a sus planes futuros y la inclusión de criterios medioambientales es un factor clave a la hora de realizar un análisis exhaustivo de estas compañías. Uno de los cambios fundamentales para este sector ha sido la apuesta por la transición energética en la que se ha volcado la Unión Europea.
Los objetivos climáticos fijados (con fechas establecidas en 2030 por el Marco sobre el clima y 2050 como fecha límite del proceso de descarbonización), el desarrollo de las energías renovables y el abandono del combustible fósil han provocado no sólo un cambio en las compañías, sino también en el mercado en el que se desarrollan. Este es un caso que se da principalmente en el mercado europeo. Por ejemplo, en Estados Unidos, aún se potencia la obtención de energía a través de combustibles fósiles en detrimento de las renovables.
También se debe tener en cuenta que la actual crisis derivada de la pandemia del COVID-19 ha influido decisivamente en estos planes (los estímulos estadounidenses tratan de evitar el cierre de industrias) y hay que considerar que las prioridades por parte de las empresas se han bifurcado también a factores de carácter sanitario y social, no centrándose exclusivamente en aspectos ambientales.
La actualidad de la Unión Europea en materia energética (antes del COVID-19) estaba delimitada y mantenía una hoja de ruta clara. Actualmente y a través de una estrategia común europea, se está procediendo al desmantelamiento y al abandono progresivo de las energías y combustibles tradicionales. Estos planes mantienen fechas fijadas y tienen como fin establecer un nuevo modelo energético europeo.
Dos fechas fundamentales en esta agenda son los compromisos basados en el Marco sobre el clima y la energía para el año 2030 y el proceso de descarbonización fijado para 2050. Actualmente las empresas punteras en la Unión Europea (Enel o Iberdrola, por ejemplo) fijan en sus informes anuales la necesidad de desplegar las energías renovables y paulatinamente se les ha dado más importancia a los factores ambientales dentro de la compañía.
Es a partir de esta base sobre la que parte de estas empresas han fijado sus líneas estratégicas y planes de evolución futuros, que se han visto seriamente afectados por la crisis derivada del COVID-19. Como se señala desde distintos medios y publicaciones especializadas, este impacto se va a dejar notar en distintos ámbitos relacionados con las energías renovables.
Entre algunos de los elementos que se van a ver afectados están: la energía generada, su precio y coste, el montaje y desarrollo de nuevas instalaciones o el movimiento nacional e internacional para acometer nuevos proyectos relacionados con este tipo de energía. Ciertamente la crisis económica que ha acompañado a la sanitaria ha propiciado también un ajuste dentro del plan de las empresas; pero como se observa a continuación, las energías renovables pueden suponer un enorme impulso para sobrepasar dicha crisis (al menos dentro del sector energético).
Unido a los planes estratégicos empresariales, las organizaciones que ya eran punteras en la producción o instalación de esta clase de energías recalcan la importancia de apostar por las mismas. Entre otras, podemos destacar a Iberdrola, Enel o Naturgy, que ya cuentan en sus webs con referencias directas a su producción renovable y su estrategia futura.
Concretamente, organizaciones como Iberdrola ya preparan su estrategia de recuperación (denominada Green Recovery) que defienden no sólo a nivel nacional en España, sino también en el ámbito europeo. Dentro de los efectos de esta crisis, destaca la necesidad que tienen esta clase de empresas de reconvertir su actividad y de centrarse en los proyectos a largo plazo que traen consigo las estrategias renovables europeas.
Esta crisis ha puesto de manifiesto diversos problemas que pueden afectar de una forma muy relevante al sector, por lo que la ejecución de estos planes pueden sufrir retrasos. Por ejemplo, el ensamblaje e instalación de paneles fotovoltaicos, o de generadores eólicos como señalan medios especializados y expertos , así como otras labores de producción relacionadas con estas fuentes de energía.
El Marco para la energía y el clima para el año 2030 ofrece una enorme oportunidad para la conversión en la producción de energía de estas empresas y, tras la crisis del COVID-19, parte de ellas ha potenciado este proceso. La ventana de oportunidad para estas organizaciones se fundamenta en las cuotas del 32% fijado por la Unión Europea de producción de energía renovable junto con la reducción del 40% en emisiones.
Adicionalmente, la situación derivada de la crisis sanitaria ha impactado en el uso de los combustibles fósiles tradicionales. Ello puede dar pie a un abandono más rápido hacia la conversión energética. Como dato, el uso del carbón, energía de empleo prácticamente residual, cayó un 25,5%[1] en el primer trimestre de 2020.
Junto a esto, gráficos como el de la producción de energía (Eurostat) señalan las tendencias de altas y bajas de cada tipo de producción, remarcando la hoja de ruta europea, por lo que esta crisis puede potenciar un abandono más directo y a la apuesta por la reconversión.
Unido a este descenso en el uso de las energías fósiles, las fuentes renovables se presentan como la única alterativa energética con una previsión de alto crecimiento para los próximos años. Los gráficos mostrados a continuación (base de datos de Eurostat), muestran esta tendencia, además de los avances hacia las cuotas de producción fijadas por la Unión Europea.
La realidad dentro del panorama energético europeo es que las grandes organizaciones son las que se han centrado en un sistema de producción mixto, en el que cada vez gana un mayor peso la producción de energía renovable. No es un proceso homogéneo en todos los países, como por ejemplo Francia, que aún fomenta la apertura de centrales y la producción de energía nuclear.
Como señala el gráfico anterior de Wartsila, empresa finlandesa relacionada con el sector renovable, los efectos del Covid-19 han sido negativos, pero una crisis de este calibre también ha abierto una oportunidad al sector energético en su conjunto. Acelerar esta transición y apostar por el desarrollo sostenible basado en factores medioambientales puede ser un importante avance en la consecución de un mercado energético único que, por lo tanto, también hará única la oferta de producción y sostenibilidad fijada por la Unión Europea.
Otras fuentes consultadas:
Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía.
[1] Datos Eurostat
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