
21 junio 2017
Dice Otto Scharmer en su interesante Teoría U (1) que vivimos una época de profunda división que se refleja en tres ámbitos: la división ecológica, entre cada uno de nosotros y la naturaleza (solo tenemos una Tierra pero nuestra huella ecológica es de más de 1,6 veces el planeta (2)); la división social, entre cada uno de nosotros y otras personas (reparto muy desigual de la riqueza, sin ir más lejos el 50% de la riqueza está concentrada en solo el 1% de la población (3)); y la división espiritual, que es la que nos separa a cada uno de nosotros de nosotros mismos, de nuestro Yo potencial, es decir, que aumenta la brecha entre quienes realmente somos y nuestras acciones.
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En este contexto, parece evidente que la forma en la que se han acometido los retos durante el siglo XX, creando organizaciones enfocadas en resolver de manera individual cada uno de los asuntos y con una visión y comportamiento en silo (ya sean departamentos ministeriales, organizaciones de gobernanza mundial, ONGs, áreas empresariales…) no sólo no ha funcionado, sino que ha acrecentado estas divisiones (4).
Por ello, ante unas estructuras obsoletas que no pueden dar respuesta a la situación presente, cuestionar lo establecido es lo que da sentido a la innovación. Y, en esta línea, la innovación social se conforma por las iniciativas que pretenden dar respuesta a los retos que las instituciones y organizaciones del siglo XX no son capaces de resolver, y que entre otras cosas se apoya en (5): la existencia de nuevas tecnologías, el interés en la creación de redes y la conciencia de que hay realidades que no nos podemos permitir (cuestiones globales pero con repercusiones locales, como por ejemplo el cambio climático, las desigualdades sociales, el acceso a la educación, a los servicios básicos…). El resultado es que las iniciativas de innovación social hoy en día están deslocalizadas pero comunicadas, y sobre todo, que ocurren en la escala local, en la dimensión humana, conectando a personas de un mismo entorno entre ellas y, en muchos casos, con sus organizaciones o instituciones locales. Se trata de aplicar al siglo XXI el sentido común de nuestros abuelos.
Son cuestiones significativas y muy interesantes, pero es conveniente no caer en la simplificación de pensar que solo creando el clima propicio para el desarrollo de iniciativas de innovación social y del emprendimiento empresarial así entendido, vamos a disminuir las tres divisiones. La profundidad en el cambio de pensamiento requiere ir mucho más allá de matizar los modelos de negocio actuales o el tipo de organizaciones creadas. Si queremos disminuir las brechas, las iniciativas deben surgir de la base, conformándose y fortaleciendo el capital social, basando su gobernanza en una gestión relacional dentro del ecosistema. Son cuestiones relevantes para garantizar el alineamiento de intereses, la inclusión y la repercusión positiva a largo plazo en nuestro entorno (social y medioambiental).
Seguir poniendo únicamente mis intereses (y mi modo de gestión) en el centro de mi visión es hacer trampa. Hoy más que nunca es necesario poner y mantener en el centro de la reflexión el porqué, el para quién hago lo que hago y el cómo lo llevo a cabo. Esto implica darle una visión humanística en la que se recupere la empatía como capacidad transformadora (6). Solo ese para qué y ese cómo respondidos de manera honesta nos dirán si vamos en la dirección adecuada. Es la base, pero la realidad ultracompleja en la que nos movemos hace la navegación aún más complicada: las variables se entremezclan y es cada vez más difícil identificar las múltiples caras de la moneda (impactos medioambientales, sociales y económicos en una catarata de niveles y entornos). Empezamos a identificar algunos casos de emprendimientos que, aunque sean innovación social, corren el riesgo de evolucionar a modelos incompatibles con los retos que pretendían resolver (o crean otros aún más complejos), y en consecuencia amplían las brechas. ¿El aprovechamiento de la capacidad ociosa en inmuebles a través de algunas plataformas de economía colaborativa puede estar provocando procesos de especulación inmobiliaria y presión sobre las comunidades locales? ¿puede ser que algunas iniciativas relacionadas con la economía circular provoquen, a la postre, un mayor uso de recursos naturales en lugar de un uso más racional de los mismos? ¿se pretende crear modelos de negocio escalables y replicables con el fin de crear un mayor impacto positivo o con el fin único de venderlos al cabo de pocos años habiendo multiplicado su valor?
Por eso, y volviendo al inicio, el futuro presente nos tiene que llevar a transitar del modo EGOsistema (7) que nos ha acompañado las últimas décadas, en el que solo me veo yo y mis intereses, y en el que confío que haya unos entes por encima (o a mi alrededor) que regulen con más o menos acierto sobre las cuestiones sobre las que a mí no me interesa actuar, a un modo ECOsistema, en el que mis preocupaciones e intereses sean compartidos (incluyendo a las administraciones) y formen parte de una visión mucho más amplia en la que tengo capacidad empática para actuar en un conjunto. Y esto implica ir un paso más allá de la gestión de los grupos de interés a través de la RSE clásica.
Para ello, no es necesario empezar de cero. Existen metodologías como el “Modelo de Gobernanza Constelación” (8), prototipado y desarrollado en 2006 por la Asociación Canadiense de la Salud Infantil y Medio Ambiente, que establece un marco en el que se pueden reunir diferentes grupos y/o sectores para trabajar con un objetivo común, creando las fórmulas para que se den colaboraciones y relaciones multi – organizacionales en entornos dinámicos y complejos. Y también hay ejemplos de ECOsistemas empezando a dar sus primeros pasos: “My-Cultiver” (9), es un proyecto impulsado por “Anchors for Resilient Communities” en Oakland (EEUU) en el que múltiples organizaciones han desarrollado un sistema de alimentación integrado, que busca proveer miles de menús diarios de comida sana, de temporada y local, a instituciones (hospitales, universidad…), promoviendo el cooperativismo de los pequeños productores, creando empleo local, buscando disminuir desigualdades sociales en la región y mejorando la salud de la población a través de una mejor alimentación.
En resumen, ante la realidad compleja y las divisiones a las que nos enfrentamos, debemos replantearnos si las estructuras y las formas en las que se relacionan nuestras organizaciones son las más aptas para afrontar los retos globales y locales. Los últimos años nos han demostrado que las visiones “ego” aumentan las diferencias sociales e inciden negativamente en el medioambiente. Y nos estamos empezando a dar cuenta de que, quizás, sea necesario ir un poco más allá de la matización de los modelos de negocio a través de iniciativas de innovación social o de la responsabilidad social corporativa clásica. Si lo que realmente queremos es disminuir las brechas, tenemos que ser capaces de focalizarnos en nuestro porqué y sentirnos y actuar como parte de un ecosistema. Es lo que permitirá colaborar, compartir y co-crear dentro de nuestra compleja realidad.
Imagen: Presencing Institute – Otto Scharmer – www.presencing.com/permissions/
- Leading from the emerging future. Otto Scharmer and Katrin Kaufer. 2013
- http://www.footprintnetwork.org/our-work/ecological-footprint/
- Una economía al servicio del 1%. 2016. https://www.oxfam.org/sites/www.oxfam.org/files/file_attachments/bp210-economy-one-percent-tax-havens-180116-summ-es_0.pdf
- Leading from the emerging future. Otto Scharmer and Katrin Kaufer. 2013
- Economía del sentido común. Sonia Felipe Larios. http://elpais.com/elpais/2017/03/06/alterconsumismo/1488792522_692688.html
- El humanismo como motor de disrupción. Carmen Bustos. http://ethic.es/2015/10/el-humanismo-como-motor-de-disrupcion/
- Theory U. Otto Scharmer. Presencing Institute. http://www.presencing.org/#/aboutus/ego-to-eco
- http://socialinnovation.ca/constellationmodel
- https://medium.com/@HCWH/improving-community-health-and-building-community-wealth-in-the-bay-area-ba0d7c6ab2a7
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