
Eduardo Seisdedos
22 de octubre de 2019
Primera parte: El contexto actual en 3 brechas
Empezaremos por el final, por la conclusión: un modelo de negocio más responsable y sostenible hace que la empresa mejore su desempeño empresarial en el siglo XXI, cree más valor para sus grupos de interés (incluidos propietarios) y contribuya a un incremento de la prosperidad social.
Pero para llegar a esa conclusión debemos entender algunas cuestiones previamente: en qué hemos convertido la realidad del siglo XXI; y cuáles son los pilares desde los que las empresas pueden construir una oportunidad de negocio que tenga en cuenta medioambiente y sociedad.
Vivimos en la volatilidad, en la incertidumbre, en la complejidad y en la ambigüedad. Todo cambia muy rápido; no hay nada seguro; el desarrollo digital ha hecho que las variables se multipliquen, y simultáneamente un mismo hecho se interpreta de manera diferente dependiendo de la posición desde el que se mire. La tecnología evoluciona a mucha mayor velocidad de lo que es capaz de asumir la mente humana. Una época de oportunidades (teóricas) como nunca antes en la historia. Y sin embargo, muchas personas somos conscientes de que hoy en día, colectivamente nuestros actos generan resultados que no nos gustan. Pero no somos capaces de romper las dinámicas que los retroalimentan. Otto Scharmer, profesor del MIT y fundador del Presencing Institute, describe claramente 3 brechas.
Estamos ante una crisis ecológica que agrandamos cada segundo casi sin poder evitarlo. El cambio climático es el aspecto más mediático, pero hay otros límites como la pérdida de biodiversidad o el incremento de la carga de fósforo y nitrógeno en la naturaleza, cuyo punto de no retorno ya hemos sobrepasado. Estamos viviendo por encima de las posibilidades de la naturaleza. Cada año gastamos 1,7 veces los recursos que produce anualmente nuestro planeta. Organizaciones como el World Economic Forum, tan poco sospechosa de querer pervertir el orden mundial, lleva años señalando en su mapa de riesgos globales diversos aspectos medioambientales como los de mayor probabilidad e impacto en la economía global.
La brecha social y las desigualdades son cada vez mayores y la tendencia de las últimas décadas ha sido a hacerlas más grandes. En 2014, por ejemplo, sólo 62 personas acumulaban la misma riqueza económica que la mitad de la población mundial más pobre (aproximadamente 3.600 millones de personas). La brecha es patente entre países pero también dentro de cada uno de ellos. Y va más allá de lo económico. En los últimos años, se ha empezado a visibilizar de manera clara la desigualdad entre mujeres y hombres (incluso en las sociedades que consideramos más avanzadas).
La tercera brecha está dentro de cada uno de nosotros. Es la que nos separa de sentirnos plenamente realizados como personas. Es la diferencia entre lo que somos, las decisiones que tomamos, las cosas que hacemos y lo que realmente nos gustaría ser y hacer.
Y que muchas veces tienen que ver con dinámicas perversas dentro del sistema que hemos construido. El reflejo más evidente es el incremento de enfermedades mentales y casos de depresión en los últimos años derivadas de la disociación a la que nos obligamos en esta, nuestra sociedad de la externalización.
Para entender que realmente estas 3 brechas están relacionadas con la forma en la que hacemos negocio y con la forma en la que desarrollamos nuestras empresas, tenemos que ser primero conscientes de que formamos parte de diversos sistemas y de que estos están anidados unos dentro de los otros: sin la biosfera y sus recursos no es posible la existencia de sociedades; y sin sociedad, sin sus relaciones, sin sus normas, no es posible que las personas desarrollemos actividades (ni empresariales ni de ninguna otra índole).
Si queremos desarrollarnos plenamente como personas necesitamos desarrollar una sociedad próspera al mismo tiempo que reconectamos con la naturaleza.
La visión lineal tradicional no nos será de mucha ayuda en este análisis. No son problemas aislados con soluciones aisladas que se puedan maximizar. Necesitamos pensar sistémicamente. Necesitamos entender las relaciones que se dan entre las partes, entre las personas. Y necesitamos recordar una vez más, que las empresas son principalmente personas, dentro y fuera.
Entonces la pregunta que nos podemos hacer es ¿desde qué principios puede operar una organización para poder ser responsable y más sostenible en este contexto? Hemos de considerar 4+2 pilares desde los que construir y hacer operar las empresas que pretendan serlo en el siglo XXI y que pretendan desarrollar sus generadores de valor: Propósito social (y relevante); Systems Thinking (visión global e integral del sistema); Alianzas; Innovación; Consistencia Organizacional (lo que dice, lo que hace, y lo que es nuestra empresa); y la Transformación (medición, comunicación e inspiración).
En los siguientes artículos repasaremos las razones por las que es necesario que las organizaciones del siglo XXI cambien su enfoque y cómo este cambio genera valor a la propia empresa, a la sociedad y al medioambiente.
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