
La búsqueda de una relación entre los criterios ambientales, sociales y de gobierno (ESG) y el rendimiento financiero de las empresas (RFC o Corporate Financial Performance —CFP—) se remonta al comienzo de la década de 1970. Desde entonces, tanto la comunidad académica como la inversora han publicado más de 2000 estudios empíricos y varios estudios de revisión de esta relación.
El reciente análisis ESG and financial performance: aggregated evidence from more than 2000 empirical studies (ASG y el rendimiento financiero: la evidencia agregada de más de 2000 estudios empíricos), de Gunnar Friede (Deutsche Asset & Wealth Management), Timo Busch (Universidad de Hamburgo) y Alexander Bassen (de la Universidad de Hamburgo y la University of Reading de Reino Unido —ICMA Centre—) publicado en Journal of Sustainable Finance & Investment, extrae todos los datos primarios y secundarios de la revisión de estudios académicos anteriores, combinando los resultados de estos estudios.
Los autores del metaanálisis destacan que el impacto positivo de los factores ASG en el RFC es estable a lo largo del tiempo. El estudio deduce que aproximadamente un 90 % de los estudios no encuentra una relación negativa entre ambos factores, que un 47,9 % de ese porcentaje de los estudios y un 62,6 % del metaanálisis informan sobre resultados positivos con un nivel promedio de correlación central en los estudios de alrededor de 0,15.
El estudio certifica que cerca de 60 billones de dólares en activos bajo gestión —o un 50 % de la base global de activos institucionales— son gestionados por los firmantes de los Principios para la Inversión Responsable (PIR o Principles of Responsible Investment —PRI—). A pesar de esta apuesta, menos de una cuarta parte de los inversores profesionales consideran la información extrafinanciera con frecuencia en sus decisiones de inversión y casi un 10 % de los profesionales globales reciben capacitación formal sobre cómo considerar los criterios ASG en el análisis de inversión. Junto a ello, los inversores convencionales evolucionan de forma muy lenta hacia prácticas de inversión sostenibles.
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