
En la obra «Luz Virtual» (1993) William Gibson describe unos anteojos del mismo nombre, que mediante unos contactos electromagnéticos que inciden directamente sobre el nervio óptico, permiten ver notas y detalles adicionales de cada objeto de la realidad física visualizada. En otro pasaje del libro, Rydell, uno de los personajes, aparece en un cuarto vacío y a través de unas gafas de Luz Virtual que le presta un policía, es capaz de observar una imagen tridimensional de la escena de un crimen ocurrido tiempo atrás.
Gibson se adelantó en esta obra a lo que hoy conocemos como realidad aumentada o la visión a través de un dispositivo tecnológico de un entorno físico que se combina con elementos virtuales para la creación de una realidad mixta en tiempo real. Y esta obra nos sugiere lo siguiente:
El pasado jueves se publicaba que el equipo económico del Ayuntamiento de Madrid, había grabado las conversaciones que mantuvieron con directivos de las empresas concesionarias del servicio de limpieza en la capital. Sobre la premisa de que «no hay nada que ocultar», la intención era registrar conversaciones sobre temas públicos, en dependencias públicas y sobre cuestiones que atañen al interés general. La noticia hacía hincapié en la forma particular de hacer negocios de algunos directivos de las empresas concesionarias. Pero más allá de este caso concreto, y de su cobertura jurídica, la experiencia en España tanto a nivel de transparencia corporativa como institucional a raíz de la entrada en vigor de la Ley de Transparencia, nos llevan a hacer algunas reflexiones sobre el futuro de la comunicación y transparencia corporativas.
Que transparencia no es sinónimo de veracidad, ya lo sabemos. Como sabemos que sin transparencia, los comportamientos insostenibles es más probable que persistan y erosionen la credibilidad de los negocios y su valor presente y futuro.
También nos hemos dado cuenta de que la transparencia unidireccional no es sinónimo de rendición de cuentas. Por eso, no es casual que los principales esfuerzos corporativos e institucionales a nivel nacional e internacional en materia de responsabilidad social corporativa, hayan ido orientados a la promoción del reporting hasta unos límites en ocasiones ad nauseam.
Las empresas e instituciones necesitan mejorar sus canales de comunicación interna y externa en una época donde los mecanismos y temas que permiten la creación de valor corporativo son múltiples y complejos. Entre la medición de los impactos y retornos en redes sociales, los experimentos de contenidos, y el reporting, la comunicación avanzada pasa por la mejora de la transparencia entendida como rendición de cuentas efectiva y como comunicación bilateral.
El mantra del reporting, via GRI, SASB, Informes Integrados, o sus versiones particulares como el CDP, han llevado a la fatiga de los indicadores, y a informes de sostenibilidad desaprovechados, por no decir otra cosa. Tuvo que venir el GRI en su última versión para poner un poco de orden y centrarnos en la materialidad de los impactos. Pero no nos engañemos. El liderazgo corporativo no está en el número de informes ni en los múltiples rankings basados en la divulgación de información corporativa (Véanse algunos de los llamativos resultados del CDP, como lo fueron en su día, los posicionamientos de Volkswagen en los correspondientes índices).
Lo importante de los informes de sostenibilidad y la información aportada por las empresas, no es tanto aumentar el número de informes, o la cantidad de información, sino asegurarnos de que la gente y los grupos de interés los leen y los tienen en cuenta y de que los esfuerzos en transparencia por parte de las empresas tienen como resultado la mejora en la toma de decisiones empresariales, mejoran el desempeño empresarial y en última instancia compelen a las empresas a crear un futuro sostenible.
Me parece pues muy oportuna la iniciativa del Ayuntamiento de Madrid. Saben que la transparencia es un catalizador de relaciones entre grupos de interés, no sólo de la ciudadanía. Pero además saben que tendremos una visión mucho más real, aumentada, de cada empresa y del modus operandi del ayuntamiento. Parafraseando a C.S.Lewis, la transparencia debería ser decir lo que se hace aunque nadie te esté mirando.
Sabemos que la transparencia, por sí sola, en un contexto de sostenibilidad, no necesariamente lleva a mejores resultados. La práctica de producir largos informes de sostenibilidad ha quedado arrinconada al no proporcionar retornos ni para las empresas ni para los grupos de interés. Sin embargo, sí existe una oportunidad en llevar la transparencia más allá de los informes, respondiendo a las demandas de los grupos de interés.
El Ayuntamiento ha decidido llevar la Transparencia corporativa a un ámbito más radical. Es cierto que una transparencia absoluta sería insoportable, pero extrapolándolo a la transparencia empresarial ¿no sería más saludable el modo on de escucha activa para los grupos de interés?
En un informe de SustainAbility, How Transparency Drives Perfomance, se establece la distinción entre «Corporate transparency», definiéndola como el acto por el que una empresa pone a disposición de sus grupos de interés información relevante, y «Effective corporate transparency», cuando una empresa proporciona información relevante en tiempo oportuno a todos los grupos de interés estratégicos, con la intención de optimizar su proceso de toma de decisiones para conseguir resultados más sostenibles.
El contexto de hacer negocios está cambiando radicalmente, no solo ante las Administraciones públicas del signo que sean sino, ante una opinion pública y unos ciudadanos consumidores cada vez más conscientes de su influencia y de su poder de compra. Mensajes sencillos, con rigor pero que huyan de tecnicismos, la coherencia del mensajero y el mensaje, y sobre todo, la bidireccionalidad efectiva. La transparencia como catalizador de oportunidades y antídoto contra los riesgos de todo tipo,…eso es una transparencia aumentada o radical. ¿Por qué no ser disruptivos en esto?
Imagen: Marco Verch, Flirck
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