Oscar Sierra
Área de RSC e inversiones éticas de Economistas sin Fronteras
21 de marzo de 2020
Llevamos tan sólo unos días desde que el Gobierno decretara el estado de alarma por segunda vez en democracia. Que el motivo sea una emergencia sanitaria resulta ser una causa muy convincente para aunar esfuerzos de prácticamente todos los colectivos sociales, desde el gobierno hasta la oposición, desde la patronal hasta los sindicatos, pasando por la sociedad civil, todos han mostrado de forma mayoritaria la necesidad de llegar a la situación actual que nos encontramos en la lucha contra el Covid-19.
Con el paso de los días el gobierno ha ido acumulando medidas drásticas para la contención del virus, como son el confinamiento y distanciamiento de la población. En multitud de medios y formas se apela continuamente a la ciudadanía y su responsabilidad personal para cumplir con estas restricciones, algo que no deja de ser necesario dada esta situación extraordinariamente grave.
Ahora bien, ¿qué hay de la Responsabilidad Social Corporativa (RSC)? ¿Qué papel están jugando nuestras empresas?
Respecto a la primera, gobierno y entidades apelan a esa responsabilidad ciudadana para dejar a un lado los comportamiento incívicos, picarescos e incluso delictivos, cumpliendo con la cuarentena y quedándonos en casa, teniendo extremo cuidado con los contagios tanto para protegernos personalmente como a los colectivos más vulnerables.
¿Dónde se sitúa entonces la RSC en este contexto?
Por un lado, las medidas legales tomadas por el gobierno, obligando a cerrar determinadas actividades por emergencia sanitaria, pone en una difícil situación a multitud de empresas de servicios y minoristas que, sin público al que atender, ven cómo sus ingresos se desploman sin remedio y sólo les queda refugiarse en la venta online aquellas que están en disposición de enfocar su negocio a ese canal. Para el resto, la solución discurre inevitablemente por la redistribución de tareas y desarrollo planes de contingencia para adaptarse a la nueva situación.
Debido en parte a las previsiones de duración de esta crisis, ya estamos viendo que esos planes incluyen multitud de ERTE de empresas muy solventes que sin duda no pueden apelar una falta de liquidez y activos como excusa para el despido temporal, por lo que cabe preguntarse si en unos pocos días se han podido explorar medidas intermedias que repartan el peso de la crisis entre todas las partes implicadas.
Una de las primeras recomendaciones tomadas por las administraciones fue la de recomendar el teletrabajo, algo a lo que muchas empresas se han sumado pero que hasta hace pocos días era algo completamente infrecuente (sólo el 4,3% de las personas trabajadoras en España). Este teletrabajo, junto con la suspensión de las clases en centros educativos, ha provocado que las grandes operadoras de comunicaciones hayan hecho un llamamiento al uso racional de los servicios por el potencial colapso de las redes. En ese momento cabe preguntarse, si cada familia tiene un ancho de banda máximo contratado, ¿acaso no son capaces de proporcionar el servicio real estipulado? Teniendo en cuenta que España continúa entre los países más caros de Europa en acceso a internet, no deberían tener los usuarios que cortar la visión de películas en streaming o las videoconferencias porque las operadoras no dispongan de una red que ofrezca la velocidad real contratada. Además, se han visto diversas iniciativas empresariales para teóricamente favorecer a los usuarios, como el acceso a plataformas gratuitamente durante un período, eso sí, con coste posterior una vez finalizado este plazo, por lo que el ofrecimiento sale estrepitosamente de la acción social para convertirse en una pura acción de marketing. Esto contrasta con otros ofrecimientos de aumentar las tarifas de datos móviles de forma gratuita y sin ninguna contraprestación durante la cuarentena, algo que sí entra de lleno en la acción social estratégica.
Respecto al teletrabajo, resulta muy interesante ver las diferentes posiciones que las empresas tecnológicas están teniendo respecto al brote. Estos días hemos podido ver desde entidades tecnológicas que ofrecen asistencia técnica informática o herramientas digitales gratuitas, hasta otras que ven en la situación una oportunidad de negocio con el hashtag #Quédateencasa y de esta forma vender productos electrónicos o entretenimiento.
Cabe destacar que una verdadera responsabilidad social no debería aprovechar una crisis sanitaria para hacer negocio con ni a través de ella, sino tratar de mitigar el impacto negativo manteniendo la sostenibilidad económica de la entidad y apoyar dentro de sus posibilidades a la sociedad. Será ésta quien posteriormente, a través de una ciudadanía informada, recompensará valorando el comportamiento de cada organización.
Situación muy distinta es la de aquellas personas que tienen que acudir a trabajar a su centro u oficina, en donde tienen que enfrentarse a una serie de riesgos tanto por el hecho de acudir, ya sea en transporte público o privado, como en su labor diaria. En este colectivo estamos asistiendo a multitud de ejemplos de irresponsabilidades, resistiéndose a parar o adaptar la actividad empresarial, como continuar la fabricación de automóviles o la distribución de productos a pesar de las escasas condiciones de seguridad laboral ofrecidas. Casos que contrastan de nuevo con algunas iniciativas que están tomando algunos sectores menos perjudicados (empresarialmente hablando) como los supermercados, tomando medidas como racionalización de horarios, aforo máximo, medidas de higiene para sus plantillas o incluso aumentos salariales, colectivos que sin duda están expuestos a un riesgo muy alto y merecen todo el reconocimiento como el sector sanitario, de producción de alimentos o de fármacos, de limpieza así como el personal de seguridad y emergencias, que sin duda resultan imprescindibles para superar esta crisis.
Por último, no deja de sorprender cómo difieren las empresas y administraciones a la hora de adaptar sus servicios a esta nueva realidad y adoptar su responsabilidad. Ya desde hace años, conviven en nuestras ciudades diversas plataformas de alquiler de bicicletas, patinetes, motos y coches para transporte, algo que desde un punto de vista de minimización del contacto puede ayudar a los traslados individuales en la ciudad. Sin embargo, apenas unos días después de decretarse el estado de alarma, son heterogéneos los métodos aplicados por las distintas entidades, desde la suspensión del SER, Bicimad, patinetes o motocicletas en Madrid, hasta el aumento de medidas de desinfección en otros servicios privados que continúan operando o iniciativas de acción social para el personal del sector sanitario.
En todo caso, la asunción de una verdadera responsabilidad social debe venir siempre acompañada de una visión interna y externa del contexto actual, tratando de maximizar los impactos positivos generados hacia y desde la empresa.
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