Juan Villamayor
30 de marzo de 2020
La lectura de este artículo «El coronavirus como ensayo del cambio climático[1]» me ha dado mucho que pensar en que las capacidades para frenar el crecimiento económico están ahí, pero no se materializan porque el cambio climático es algo abstracto, mientras que el virus es algo concreto, que deja muertos y deja pocos prisioneros. Y, como apunta, Fernando Prieto en su artículo “Lo que el COVID-19 nos puede enseñar para la emergencia climática”[2], el mismo tiempo que se ha perdido en reaccionar contra el virus, se ha perdido en reaccionar contra la emergencia climática, sólo que a otra escala.
Decían que no podía pararse el mundo para parar el cambio climático, pero llegó una amenaza real, un virus, (mucho más pequeña que el cambio climático) y ya se plantea un nuevo sistema económico. ¿Qué no podrá hacerse para ralentizar el cambio climático? Esto es imparable.
Justo al inicio de la pandemia, y según informa The Washington Post[3], grupos ambientales, expertos en clima y representantes de las industrias renovables pidieron aprovechar el cambio obligado por la crisis sanitaria para dar paso a un nuevo sistema económico y energético. En resumen, dejar de apoyar las industrias intensivas en carbono para apoyar industrias limpias, respetuosas con la biodiversidad y generadoras de puestos de trabajo. Las ayudas a empresas, que en los Estados Unidos se cifran en 425 mil millones de dólares, deberían reproducirse en Europa, y a nivel europeo, pero dirigidas a pymes de la industria limpia y baja en carbono. No hay mejor manera de enterrar el pasado y preparar el futuro.
Como Naomi Klein ya apuntaba en su libro “Esto lo cambiará todo: El capitalismo contra el cambio climático”, si dedicáramos a energías renovables y a cambiar el sistema de distribución energético todos los recursos que se utilizan para seguir con inciertas prospecciones petroleras o fracturas hidráulicas, podríamos conseguir el cambio sistémico a medio plazo. Pero los intereses del Big Oil siguen ahí, aunque ahora amenazados por el parón económico y la drástica caída del consumo energético, que en España se estimaba de hasta un 10% las primeras semanas del confinamiento[4]. Cabe deducir que el consumo de bienes también ha caído drásticamente, y que la pérdida de empleo puede estimarse en casi un millón de empleos[5]. Esta situación permite anticipar un escenario que, aunque negativo a corto plazo, permite dedicar recursos a otro tipo de sistema económico que transfiera empleos entre sectores. El petróleo se ha vuelto obsoleto de repente. Como indica Fatih Birol en el mencionado artículo de The Washington Post, director ejecutivo de la Agencia Internacional de Energía, a la vez que se estimula la economía con diferentes paquetes económicos, este es el momento ideal de “combatir el cambio climático promoviendo el cambio hacia la energía limpia”.
Lamentablemente, hasta ahora, los países europeos más afectados no están recibiendo la solidaridad esperada de sus socios de la Unión Europea. El Gobierno español ha aprobado un paquete de 200 mil millones de euros, pero no está claro que la perspectiva de industrias bajas en carbono se incluya en los criterios para conceder ayudas.
Teniendo en cuenta este contexto de crisis sanitaria y económica, los Objetivos de Desarrollo Sostenible y sus metas parecen haberse quedado caducos o, cuando menos, incompletos, y el año 2030 parece más lejos que nunca. La resiliencia cobra más importancia, así como la colaboración internacional y el establecimiento de un sistema temprano de alerta contra las pandemias. Habrá que ver cómo los países, las empresas y sus modelos de negocio se adaptan a un Nuevo Sistema Económico que luche contra el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, que favorece aparición de nuevas enfermedades, y por la justicia social. En cualquier caso, la lucha contra el Covid19 puede servir como «campo de prácticas».
Recientemente, en la conferencia “El día después…”, la mayor preocupación de ponentes y asistentes se centró en la conexión entre la pérdida de biodiversidad y la aparición de nuevas enfermedades. Todos sabemos que la crisis climática es la causante de esa pérdida. Por esta razón, los modelos de negocio que entiendan la interrelación entre su sostenibilidad, la conservación de la biodiversidad mediante acciones directas y el impacto positivo sobre la justicia social, serán aquellos que sobrevivan.
Hay ya suficientes ejemplos de empresas[6] que están sabiendo adaptarse ágilmente a la crisis sanitaria sin olvidar a sus grupos de interés, probablemente porque ya lo tenían en su propósito empresarial, y ya están de sobra preparadas para afrontar el cambio climático.
Hay una anécdota que dice que la Humanidad sólo podría unirse en un único objetivo si ocurre algo repentino y disruptivo (y no gradual, como la crisis climática). Y se añade que ese suceso sería la llegada de extraterrestres a la Tierra. Bueno, pues ya tenemos a nuestro extraterrestre particular, el Covid19.
[1] http://agendapublica.elpais.com/el-coronavirus-como-ensayo-del-cambio-climatico/
[2] https://www.eldiario.es/tribunaabierta/COVID-19-puede-ensenar-emergencia-climatica_6_1006909320.html
[3] https://www.washingtonpost.com/climate-environment/2020/03/22/they-race-boost-economy-lawmakers-encounter-push-greener-stimulus/
[4] https://elpais.com/economia/2020-03-19/el-consumo-de-energia-cae-en-espana-por-el-paron.html
[5] https://www.lavanguardia.com/economia/20200325/4889210185/760000-trabajadores-paro-temporal-espana-coronavirus-erte.html
[6] https://www.bcorpspain.es/blog/acciones-practicas-covid19?mc_cid=ac73cc2e6a&mc_eid=2d4f409637
Deja una respuesta